viernes, 20 de junio de 2014

¡Ehhhhhhhhhh, putoooooooooooooooo!

Por: Armando Enriquez 
“La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír.”
– George Orwell

La FIFA puso el dedo en la llaga (dicen): investigará los gritos de los hinchas mexicanos (y brasileños) por gritar “¡putoooo!” cuando había un saque de meta en los partidos México-Camerún y Brasil-México de la primera fase del Mundial Brasil 2014. Y lo que es peor, la sanción podría resultar en ¡quitar puntos a los equipos!

El debate en México se desató: hay voces (entre ellas la a veces infame CONAPRED) que argumentan que este grito es ofensivo, discriminatorio y que atenta contra la dignidad de las personas, sobre todo los homosexuales, y debe prohibirse: son las voces de lo políticamente correcto.

Hay otras voces, entre las cuales me incluyo, que dicen que dicho grito, o mejor dicho, ninguna manifestación, por más ofensiva que sea, debe prohibirse. Pero, algunos dirán, ¿no debe prohibirse, aún cuando es a todas luces discriminatorio e insultante para los homosexuales?

Y aquí es cuando empieza lo bueno: desde un punto de vista liberal, tenemos el derecho de ejercer nuestras libertades, siempre y cuando no dañemos las libertades de un tercero. Pues resulta que la libertad de expresión es especial en ese aspecto: es debatible, por decir, que el hecho de que yo diga algo (un insulto, por ejemplo) dañe las libertades de terceros o tenga consecuencias negativas conspicuas en otro.

En otras palabras, pudiera ser que la libertad de expresión sea una libertad que, al ser ejercida, ¡nunca daña la libertad de terceros!

Ahora bien, ¿puede decirse que un dicho, un insulto, es discriminatorio? Pues sí, pero no todos los dichos discriminatorios tienen consecuencia. A mí me han gritado varios insultos a lo largo de mi existencia, pero afortunadamente no han tenido consecuencias respecto del ejercicio de mis libertades. Otra cosa sería que, por ejemplo, fuera yo a tramitar mi credencial de elector y el funcionario del IFE (o INE o qué se yo) me dijera: no señor, a usted no le doy su credencial por puto/naco/jodido/oloquesea (un ejemplo más tangible es la comisión del Senado creada por el infame senador José María Martínez, dizque para proteger a “la familia”).

Pero resulta que, en mi casa, yo hago lo que quiero, y no dejo pasar a quien me caiga gordo, o a quien se refiera a los homosexuales como putos, o a quien sea racista, nazi o comunista. Pero estoy en mi casa: yo decido a mis amigos, a quien acepto, y a quien corro. Y la FIFA es una organización privada, no un gobierno (aunque a veces actúe como tal). Si el gobierno prohibiera los gritos (como la infame CONAPRED quiere hacer, o la comisión del tal José María Martínez en el caso de decidir qué es y qué no es familia), entonces sí hay que preocuparnos (utilizan nuestros impuestos para regular/legislar sobre sus particulares susceptibilidades, ¡carajo!). Pero no. Es una organización privada llamada FIFA. Que haga lo que quiera ;-) .

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