viernes, 7 de febrero de 2014

Autoextorsión del GDF con los vagoneros

Acaba de anunciar el GDF que otra de las acciones que tomará para poder cumplir con la promesa de “evitar el comercio informal en sus instalaciones” —amén de los mil 200 policías que se supone contratará para dicha empresa— será un apoyo económico, que puede ser de hasta 2 mil 18 pesos mensuales, para que los vagoneros abandonen el comercio informal que realizan dentro del Metro.

A primera instancia, saltan varias preguntas sobre este supuesto programa: ¿cómo serán los criterios de elegibilidad y selección?, sobre todo ¿qué instrumento se usará para comprobar que efectivamente el recurso se entregue a un vagonero?, en caso de que se usaran a las organizaciones que “manejan” a los vagoneros para distribuir el recurso: ¿cómo se evitará la discrecionalidad de estos grupos de poder? Que espero se resuelvan cuando se publiquen las Reglas de Operación. 

Las reacciones de los afectados ya se han empezado a recoger, como las que publicó Milenio destacando estas dos:

  • "Nosotros podemos portar un gafete que nos identifique para que la gente se sienta segura. También podemos bajarle el volumen a nuestras bocinas para no molestar con la música a los pasajeros, todo eso con tal de que nos dejen seguir trabajando aquí. El comercio eso lo único que sabemos hacer", vendedor de pomadas para labios. 
  • "La ayuda va a ser por hasta seis meses y después de eso ¿nos vamos a quedar sin trabajo otra vez? Lo que no piensa el gobierno es que nosotros no tenemos estudios y conseguir un empleo así, sin papeles es más difícil. Además ya nos acostumbramos a esto, si nos van a dar otro trabajo no tiene que ser pesado y tiene que estar cerca de nuestras casas para que no gastemos en pasajes", joven que vende paletas enchiladas. 
En el primer comentario, podemos ver que la propuesta que hice de regularizar a los vagoneros, en mi anterior texto, no suena tan descabellada. De hecho, como lo mencioné, si se expidieran permisos a los vagoneros y se cobrara por ello, en lugar de tener una erogación se podría tener un ingreso sostenido en el Metro.

Sin embargo, el comentario que para este texto ocupa mi atención es el segundo; ya que hace que me planteé una pregunta: ¿por qué el Gobierno piensa que pagando los vagoneros dejarán su forma de ganarse la vida?

Acostumbrados a la zanahoria

De acuerdo a Michael Parkin, un incentivo es “una recompensa que alienta o un castigo que desalienta una acción” —o como dice mi profesor León Zayas “zanahoria o garrote”. Para el caso de los vagoneros tenemos ambos: la zanahoria, con el apoyo económico, y el garrote, con la contratación de los nuevos policías. Y si partimos de los datos que publiqué en mi anterior texto sobre el alza de la tarifa del Metro esta sola medida, que sólo es una de las 11 prometidas por el Gobierno, ocupará al menos el 10% del ingreso extra por el alza en la tarifa.

Parece que el Gobierno piensa resolver este problema por las buenas o por las malas, o como le dijeran a Zhenli Ye Gon, “copelas o cuello”; pero ¿por qué el Gobierno cree que estas medidas realmente resolverán el problema?, sin tener un estudio sociológico de por medio, me aventuro a contestar que lo está resolviendo como tradicionalmente se solucionan los problemas en casa.

Basta imaginar la siguiente escena: una familia, con un niño pequeño, está de visita en la casa de un pariente o vecino y el niño comienza a aburrirse porque en la casa visitada no hay otro niño con el cual jugar, por lo que comienza a agarrar las decoraciones de la mesa de centro o a decirle a sus papás que ya se quiere ir… ¿cómo solucionan los padres este problema?: fácil, le dan o prometen algo al niño para que se quede quieto un momento más.

Pero este ejemplo no es un caso aislado o que sea privativo de los adultos hacia los niños; realmente es una costumbre que así se resuelvan los problemas desde la infancia. Sólo basta recordar los días escolares, cuando un niño quiere estar en cierto equipo deportivo (que por lo regular es el ganador), pero no cuenta con las aptitudes físicas para estar en él, hay ocasiones en que ofrece algún pago para poder estar con ellos, desde el lunch hasta los tazos (o el juguete que estuviera de moda). En cuántas películas o telenovelas o series hemos visto la escena donde el padre o madre de la familia acaudalada quiere pagarle a la pareja del hijo que no es del mismo nivel socioeconómico para que se aleje.

Sin embargo, aunque estemos acostumbrados a que las cosas se resuelven con la zanahoria, en el mismo comentario del vagonero está la gran trampa de pagar para que alguien deje de actuar: nunca será suficiente el monto pagado. Al principio el niño acepta un dulce o la promesa de ir al cine terminando la visita, pero para una segunda ocasión ya no se conformará sólo con un dulce; al igual al vagonero, que dudo sea un caso aislado, no le será suficiente el pago y la capacitación, sino que hasta quiere un trabajo de poco esfuerzo y cerca de casa. Porque al final del día es una “autoextorsión” lo que estamos haciendo con ese pago.

Regulación no es legalización

Tomando como antecedente que en el Distrito Federal existe normatividad para la regulación del comercio informal a través del Programa de Reordenamiento del Comercio en la vía pública; el cual expide permisos temporales, que tienen un costo, a solicitantes que cumplen ciertas características. Si ya se tiene la experiencia de más de 15 años que lleva en operación el Programa, ¿por qué no crear un programa similar para el comercio dentro de los vagones del Metro?

Claro está que esta regulación debería de tomar en cuenta, al menos, estas premisas:

  1. Los afectados serían los grupos que controlan a los vagoneros, por lo que el Gobierno les tendría que arrebatar el control que actualmente ejercen. 
  2. Las tarifas tendrían que ser menores a las que actualmente pagan los vagoneros a sus líderes, para que la población objetivo sienta un beneficio directo. 
  3. Los operativos para combatir a los vagoneros tendrían que seguir, pero ya no serían generales, sino focalizados a los que incumplan con la normatividad del programa. 
Además del beneficio directo que los vagoneros recibirían al pagar menos por poder realizar sus actividades; la comodidad, tranquilidad y seguridad que da contar con el permiso por parte de las autoridades es un valor agregado que tendría el programa, como lo documenta Diana Silva en el texto Conflictos por el espacio público urbano y el comercio en vía pública: percepciones acerca de la legitimidad sobre su uso

Por lo tanto, ¿es idóneo que el Gobierno pretenda resolver el problema de los vagoneros pagando para que abandonen su forma de ganarse la vida?, evidentemente NO. ¿Es más sencillo regularlos que sacarlos del Metro?, no es más sencillo, pero sí una mejor solución que la autoextorsión.

2 comentarios:

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  2. pues sí y no o cómo sea que sea, es decir, el problema no son lo vagoneros, pero sí son parte de la solución que supone los cinco pesos iban arreglar... el gobierno tomo esa tangente, creo yo, acudiendo a las tontas quejas de los usuarios de esos que se quejan sin saber por qué, pero se quejan porque pues les subieron 5 pesos y pos sí, es más fácil chingarse entre la banda que exigirle al gobierno el mejoramiento en la red de transporte porque a dos meses pos yo no percibo un cambio como tal, es decir, el mejoramiento en tiempo, en trenes, en estaciones, etc. pero sí, dice el gobierno y los usuarios, sí, los vagoneros son problema y solución a todo y luego pues tanto gobierno como usuarios se darán cuenta que ni picharon, ni cacharon y ni batearon y que al problema se le sumo un parte que se suponía era una "Y" en la formula para solucionar, y a su vez se convirtió en una especie de mancha voraz que va arrasando con todo lo que tiene enfrente... porque bueno después de esos 6 meses, de esos poco más de dos mil pesos, los vagoneros tendrán dos opciones, regresar a los vagones o esperar a la banda usuaria pa' chingarla afuera de las estaciones y los operativos adentro bien gracias... y regular, claro... pero siempre es más fácil chingar, ley de Herodes, Ibargüengoitia.

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